sábado, 5 de septiembre de 2009

Silencio.


Notas: Dedicado a Sandritah de cemzoo por soportarme mientras lo escribía xP


Silencio carmesí.


La pequeña lloriqueaba constantemente mientras cerraba sus manitas blancas en un par de puños. En el suelo, un niño jugueteaba con un avión de plástico realizando el sonido de las turbinas con sus rosados labios un poco más alto de lo normal, tratando de que superaran a los gemidos de su hermana.

Pero mientras más fuerte lo hacía, ella también lloraba con más ganas.

—¡Jeremy! —gritó su madre—, trata de tranquilizar a Lucía en lo que preparo la comida.

Pero él sólo cerró los ojos y aumentó el volumen de su juego, pensando inocentemente que ella guardaría silencio pronto.

La niña volvió a llorar más fuerte.

El pequeño se levantó y acomodó sus cabellos negros para después acercarse a ella pasivamente, pensando en la forma más rápida y adecuada de silenciarla antes de que su madre lo retara.

—Lucía, deja de llorar o mamá se molestará conmigo —musitó mientras mecía la cuna para así tranquilizarla un poco. Nada, ella siguió sollozando sin prestarle atención, moviéndose frenéticamente y haciendo pucheros.

Intentó aumentar la velocidad con la que la arrullaba, pero seguía llorando como si la vida se le fuera en ello, taladrándole los oídos e interrumpiendo el único rato de juegos a ‘solas’ son el que contaba.

—¡Jeremy! —vociferó nuevamente su madre—. ¡Tranquilízala, por favor, no la alteres más!

Y el pequeño la intentó silenciar nuevamente, haciendo caritas medianamente graciosas, pero con una mueca de fastidio pintada en los labios.

—¡Jeremy, que la calles de una vez!

Y eso hizo. Su madre no podía preveer que su hijo tomaría de manera literal la palabra ‘callar’ y actuaría de manera impulsiva, como todo niño de seis años cuando le dicen que vaya por la pelota más brillante y él obedece gustoso.

La pequeña fue silenciada poco antes de que su madre entrara a la habitación, y entre un estruendoso grito de horror, los platos de sopa caliente que llevaba entre las manos se hicieran añicos en el suelo.

—Listo, mamá… la he callado —musitó sentándose nuevamente en el suelo, haciendo con la boca un sonido de turbinas y moviendo graciosamente entre sus dedos el pequeño avión ensangrentado.

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¿Gustan dejar un suspiro al viento?