martes, 28 de julio de 2009

Leal.



Leal.
Él estuvo junto a ella durante todo ese tiempo… su cabello sedoso y de color negro, sus ojos color café caramelo que tanto la cautivaban. Amanda adoraba los besos que le brindaba durante las noches, a pesar de que se lo reprochaba diciendo palabras parcialmente hirientes y terminando entre risas para caer rendida y dormir junto a su compañero y amigo; pero ahora no era así.
Atado en ese lúgubre lugar y rodeado de diversos aparatos médicos, con la vida huyendo de su débil cuerpo y los lamentos de agonizante dolor escapando de sus labios, así se le ve en estos momentos.
—Tranquilo, no llores —repetía incesantemente mientras lo observaba, manteniendo la vista fija en sus ojos tristes. Acarició su melena negra, deleitándose por la suavidad de cada uno de sus cabellos—. Estoy contigo y no me iré.
Y le sonrió melancólicamente, presionando los dedos contra la palma de su mano y haciéndose daño… cuánta impotencia cabe en una persona cuando sabe que su mejor amigo morirá; cuánto dolor perfora su alma al separarse del único ser que le fue leal en toda su vida.Una mirada, una sonrisa y un silencioso adiós.
El no poder haber llegado a tiempo para detener ese auto y evitar que su amigo corriera a la carretera… ella corriendo a través del parque; él llegando a la mitad de la acera y recibiendo el impacto que casi acaba con su vida: pero en lugar de eso lo dejó agonizante y con la cadera rota.
La puerta se abre y el imperecedero olor a muerte impregna la habitación provocando que rompiera en llanto y tratara de aferrarse a su lugar para no encarar lo que vendría ahora.
—Señorita Sanders… ya es hora —el hombre vestido con la bata blanca dijo, ella sujetó la silla y se acercó nuevamente a uno de sus seres más queridos, tratando de evitar lastimarlo más. Se inclinó sobre la mesa y depositó un cálido beso en su frente, tratando de no mojarlo mucho con sus lágrimas y recibiendo los húmedos besos de ese ser al que quería tanto—. Creo que es mejor que espere afuera.
—No —replicó firmemente—, quiero acompañarlo hasta el final. No voy a dejarlo solo y menos en éstos momentos.—Está bien, esté tranquila… no va a sentir dolor —Amanda volvió a romper en llanto ruidosamente mientras el hombre llenaba una jeringa e inyectaba el líquido color cereza por la intravenosa.
Él la miró agradecido, como diciendo ‘Adiós y gracias… te amo por haber estado a mi lado’ mientras cerraba los ojos de manera lenta y fatigada, respirando con normalidad.
—Adiós… amigo.
Un instante de titubeo en su corazón y dos segundos después su amigo, su compañero y el ser al cual quería con toda su alma no respiraba: Su perro, Max… había dejado de sufrir.
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Dedicado a mi fallecido perrito Max —de sólo siete años—. Te quiero hermoso y espero que estés bien.

(Por alguna razón no puedo editar los espacios... disculpen la mala presentación ._.)