sábado, 28 de febrero de 2009

Escotofobia - Original



Para: Retos ilustrados
Carta: Sólo para Originales.
Tabla: Miedos / Escotofobia.
Fandom: Original.


Miedo a la oscuridad.
(Escotofobia)

Tus manitas abrieron la puerta de la nevera intentando encontrar algo de comer, sabes que no todo en la vida puede ser dulces y chocolates; pero tu madre no pudo encontrar mejor momento para ir a su conferencia: Afuera llovía a cántaros, tu hermano estaba en casa y eso no te gustaba… él siempre encontraría una forma de asustarte.
Sí, una forma cruel para un pequeño de cinco años.

—Anthony —llamó tu hermano desde el vestíbulo—, cámbiate y ve a la cama.

Sí, acata la orden de tu hermano y hazme compañía… aquí te espero para acompañarte en tu suave letargo, envolverte con mis brazos y acunarte hasta el amanecer.
Tus pasos se vuelven lentos y dudosos. Acércate, mi pequeño y no me temas, duerme junto a mí y permite que te proteja.

Dubitativo, te detienes frente a la puerta de tu habitación mirándola fijamente; no dudes mi niño que yo no te voy a herir sólo quiero tu compañía y envolverte con mi cuerpo etéreo.

—Alexander… —susurras. Tienes miedo, lo sé y eso me alegra—, no me dejes sólo.

Tu hermano sólo bufa enfadado y decide ignorarte, estás solo y eso te aterra aún más. Entras a la habitación y enciendes las luces, todo con tal de alejarme de tí; esfuerzos inútiles si quieres mi opinión. Caminas hasta el rincón cuando repentinamente todo atisbo de luminosidad desaparece.
Un grito ahogado es lo único que sale de tu garganta, aquel gritito que sólo propicia el tenerte en mis garras con más rapidez. Tu cuerpecillo se acurruca en la esquina de tu habitación, temblando y llorando incontrolablemente.

Las risitas sofocadas detrás de la puerta hacen que la calma regrese a ti. La puerta se abre y las luces vuelven a estar encendidas, ahuyentándome y haciendo que vuelva a las tinieblas de la noche.

—Cobarde —dice Alexander riendo para volver a la sala. Fue muy cruel pero por lo menos ya pasó, estarás a salvo ésta noche.

Pero no para siempre…

Soy la sombra en tu ventana, el reflejo de la luna sobre el río, el manto estrellado que te cobija cada noche; soy la oscuridad que te aterra y te persigue en sueños.

Soy la nada que desaparece cuando enciendes la luz… pero vuelve después de que se pone el sol.

Soy tu peor pesadilla, y eso no lo puedes cambiar; estaré a tu lado hasta que concilies el sueño, arrullándote hasta el amanecer.
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Acepto golpes xD, así salió y espero que esté bien.
Dedicada a Emmanuel Montiel Martínez por darme las ideas... (¡Ya está! ¿Contento, Emm? ¬¬)

jueves, 26 de febrero de 2009

Ironía - Original.


Carta: Retos sueltos.
Tabla: Ironía.
Fandom: Original / Melancolía.
Ironía.

Qué extraño fue que hace dos días preguntaras la dirección para ir a tu hogar. ¿Qué irónico, no? Jurabas gozar de una salud mejor que la de tus propios hijos, siempre alegre y con una vitalidad desbordante. Que fachada más falsa.

—Abuelita —musitó tu nieto más pequeño. Sus pequeños dedos acariciaron tu mejilla decrépita—, ¿Qué te sucede?

¿Qué te sucedía?

Ojala tuvieras esa respuesta, lo único que sabías es que te volvías más vieja a cada segundo y eso te asustaba, pero no podías evitar preguntarte por el momento en el cual olvidaras sus nombres, sus rostros… no querías que aquel fatídico instante llegara.

—No me sucede nada, cariño —contestaste son dulzura—, sólo estoy algo cansada.

Sí, cansada de esperar un final inevitable pensaste, ¿Irónico, no? Tu vida transcurrió con lentitud y normalidad, a pesar de los años no mostraste signos de enfermedad; siempre sonriente y juguetona. No era justo, no era justo que en el transcurso de este par de meses olvidaras tu dirección e incluso el color de tu casa. Tus facciones se curvaron en una sonrisa resaltando tus pómulos de manera tierna.

¿Irónico, no?

Olvidar todo, inclusive tu propio nombre, era irónico para cualquier persona. No lo soportaste más; tus ojitos azules se inundaron en cristalinas lágrimas de dolor ante esa cercana y dolorosa posibilidad.

—¿Abuelita? —los ojitos negros del pequeño se llenaron de lágrimas ante tu expresión—, no llores.

Sus pequeñas manos acariciaron tu rostro secando tus mejillas.

—Lo lamento, pequeño…

Sí, no ocurría nada extraño. Se podría decir que era normal pero aún así… dolía tanto.
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Nada que ver con la imagen, pero me gustó el relato.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Paz, por fin paz - Original.




Para: Retos ilustrados
Carta: Oscurismo
Tabla: Sangre, suicidio y muerte / Paz, por fin paz.
Fandom: Original / Melancolía & culpa



Paz, por fin paz.

Repasaste mentalmente las últimas palabras de tu despedida “Lo siento”. Sonaban tan patéticas que te dieron ganas de reír, pero el nudo en tu garganta te lo impedía. No era la primera vez, pero sí sería la última.
Te levantaste de tu mesita de noche apagando las luces, saliste de la habitación y tomaste el abrecartas que escondiste bajo la puerta. “Lo siento” eran dos palabras mediocres, pero agregando un toque de dramatismo…

–Perfecto –musitaste con ironía. El arma rebanó profundamente la palma de tu mano izquierda; sería un cuadro conmovedor y macabro, si las cosas sucedieran según lo previsto. Con una sonrisa plasmada en el rostro entraste de nuevo a tu habitación cerrando la puerta con un ruido sordo; estabas lista para poner el punto y final en tu vida.


Utilizando tu propia sangre para manchar las paredes celestes del cuarto, casi con alegría delineaste con tus pálidos dedos ese par de palabrejas en un suplicio lento y tortuoso “Lo siento”.
Esta vez sería perfecto, tus cálculos estaban perfectamente diseñados y todas las piezas estaban en su sitio; incluso sabías la localización del último participante… El tercer cajón del lado derecho en el despacho de tu padre se encontraba aquella lustrosa arma que utilizaba tu padre para amenazar a los deudores, ¿Las municiones? Ocultas detrás de un florero en el vestíbulo.


Con aire de tranquilidad, buscaste el arma y la cargaste. El tener a un padre corrupto te facilitaba la huída, provocando a la vez que realizaras una ruptura limpia e indolora.
Taciturna y cohibida por el inminente final te colocaste bajo tu espectral obra de arte, tu despedida escrita en sangre. Con lentitud posicionaste el cañón del revólver sobre tu sien, llegaría en menos de un segundo sin brindarte el más mínimo atisbo de dolor.

–Lo siento –susurraste ates de jalar estrepitosamente el gatillo.

Ausencia a de todo: Sonidos, sensaciones… tu cuerpo cae sin vida sobre el suelo, aquel mismo lugar donde tu pobre madre lo encontrará dos horas después; la imagen que le espera no será para nada conciliadora, sobre todo con ese particular cuadro de despedida. “Lo siento”, esas palabras mediocres marcadas sobre tu cuerpo inerte en un final dramático.

Sí, tenías razón… todo fue perfecto, estúpidamente perfecto.

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Sí, muy cliché pero nunca se me han dado los suicidios.