sábado, 28 de marzo de 2009

Es un fulgor que te hace cegar - Original.



Para: Retos ilustrados.
Carta: Amor.
Tabla: ¿Conoce alguien el amor?
Fandom: Original / Melancolía.
Capítulo1:
Hipocresía.


¿Qué es el amor? Sólo tengo una estúpida respuesta… Es un fulgor que te hace cegar.

Incluso, a pesar de los años lo seguías amando. Te daban ganas de arrancarte el corazón y pisotearlo hasta hacerlo polvo, con la posibilidad de que dejara de latir… que dejara de quemarte cada vez que lo veías.

—No lloraré —te repetiste mientras hacías tus maletas. Te marchabas como la cobarde que eras, sólo que ahora eras una cobarde de diecisiete años, no de catorce. Apretaste firmemente tu gabardina negra, protegiéndote del frío e intentando con esa acción evitar las lágrimas—, el olvido es el mejor amigo de una mujer.

‘Sí, porque me cansé de esperar una respuesta positiva, de amarte como te amo. Ya estoy harta, no quiero sufrir más’

Observaste por última vez tu habitación vacía, antes la ocupabas junto a tu hermana, ahora era sólo un cuarto con dos camas en desuso. Añorabas tu infancia y la despreocupación, no tener que lamentarte por los errores del pasado y no soportar el deseo de cambiar el pasado y amordazarte cuando abriste la boca.

“Sé que es precipitado; pero me gustas” era más que precipitado, era estúpido y tú simplemente te guiaste por tontos presentimientos sin un fundamento sólido. Él era todo un caballero y te rechazó de la manera más cortés posible “Lo sé, que alguien te visite en el salón continuo cada hora no es común en una amiga normal… perdóname; pero no puedo corresponderte: tengo novia, lo lamento. Aún así, prometo que seguiremos siendo amigos”

Amigos.

No podrías ser su amiga nunca más, lo sabías; aún así sonreías tragándote el dolor y aceptando tener solamente su amistad. Eras una hipócrita, nunca llorarías por cosas tan nimias, tampoco te enamorarías nunca más: el amor no es un lujo que pueda darse cualquier persona.

—Esperaré a que el tiempo borre todas las heridas, que elimine mi sufrimiento y tu recuerdo de mi mente —dejaste como un susurro al viento. Te lo prometías firmemente, más hoy que era tu último día en esa escuela, no permitirías que te vieran triste.

Caminaste hasta llegar a la cochera y permitir que tu padre te llevara por última vez a la escuela. Ese día sería perfecto, a pesar de estar rota por dentro no lo demostrarías.

El recorrido no fue muy largo, sólo cinco minutos de tortuoso silencio y desesperación. Te hundiste en reflexiones sobre lo que sucedería: era el último día que lo verías, todos tomaron un camino distinto y lo más probable es que fuera una ruptura limpia, sin dolor y sin lágrimas; sin la necesidad de llorar frente a él y decirle que lo amabas. Ya no eras una niña.

—Ya llegamos —musitó tu padre y te sonrió—, suerte en tu último día.

Sí, con suerte todo sucediera según lo acordado. No llorarías nunca más.

—¡Janelle! —gritaron y tu volteaste con la sonrisa de muñeca de porcelana más realista que encontraste. Pero no era nada realista en tus ojos color café opaco, aquellos orbes que perdieron su peculiar brillo y ahora eran más fríos que el hielo—, apresúrate que hoy es el último día. No quieres perderte de nada.

Sí, querías perderte de todo; pero no porque no desearas despedirte de tus amigos: no deseabas verlo por última vez, querías evitarlo y que el dolor en tu pecho no resultara tan atronador. Tarde. Pasaron por su salón y todo lo que hiciste fue mirar hacia delante, con la frente en alto y evitando cualquier indicio de sufrimiento en tus facciones. Lo odiabas discretamente.

—¡Jane! —saludó tu mejor amiga, perdiendo su expresión alegre cuando observó tu mirada—, olvídalo. Él no te merece.

No, ella estaba errada. no lo merecías, no merecías nada.

—No estoy triste por… él —respondiste con un tono despectivo al pronunciar la última palabra—, estoy triste por tener que abandonar éste lugar.

Mentirosa. Eso eras, una vil mentirosa; experta en manipular a otros con el único propósito de evitar la lástima. Eres buena escuchando, pero mala diciendo tus penas, tragándotelas tú sola.

—Por lo menos asistiremos a la misma facultad —musitó a tu lado. Giraste rápidamente ante su tono melancólico, te sorprendiste ante sus ojos color miel inundados en lágrimas… por más voluble que fueras no podías resistir la presión de ver a alguien llorar.

—Lo lamento —dijiste y la abrazaste. Tus ojos se inundaron en lágrimas tratando de expulsar la frustración en un intento desesperado.

‘El amor no vale la pena. Si lo vives sufres, si no lo tienes te ahogas en pena, entonces… ¿Cuál es la opción correcta?, ¿ignorarlo o abrirle las puertas de tu corazón?
Es una duda existencia; sin embargo, espero de todo corazón no tener que elegir un camino en especial, no cuando ambas opciones son igualmente tentadoras. Por el momento sólo digo… basta, quiero quitarme la venda de los ojos y comenzar a caminar con seguridad nuevamente. No quiero quedarme ciega; pero sobre todo: no quiero quedarme atrapada entre el amor y la soledad’

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Bah, me gustó el relato. Será un long-fic de 5 capítulos, disfruten ^^


2 comentarios:

  1. ¿Historia autobiográfica, Saya?

    Me gustó. Sé que te dije que te escribiría un pastelito, pero se me dan de culo XD.

    Ahora, a ver cuando es el siguiente, y a esperar a mi regalo.

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  2. T.T
    Cualquiera diría que me hijita está enamorada.
    Espero que le des un final feliz ¿Te parece hacer ese favor a tu pobre, anciana y débil madre depresiva?

    Hermoso relato

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